Por Alex Molina/ amolina@eurohoops.net
El Unicaja de Málaga le ha devuelto el golpe al Barça y tendrá la oportunidad de meterse en semifinales delante de su público. Victoria de los andaluces por 59-81 en un partido en el que ha pasado lo más normal del mundo: el cuarto clasificado imponiéndose al quinto, el equipo con 14 jugadores en su plantilla ganando al que solamente tiene 9 séniors disponibles.
Sin duda alguna, el Barça encaraba el partido con muchas mejores sensaciones que el Unicaja. La victoria en el Martín Carpena fue un chute de confianza y energía para un equipo que ha ido bien de lo primero y al que siempre le viene bien un extra de lo segundo, pero puede que la victoria fuera contraproducente. Uno de los principales artífices del 1-0 azulgrana fue Justin Anderson, una actuación siempre peligrosa en jugadores como él, ya que siempre encaran el siguiente partido extra motivados… con el riesgo de pasarse de frenada. El desastroso inicio de partido del norteamericano (tirándose triples que no tocaban y una antideportiva que significaron un -6 de valoración al descanso) fue una losa pesada para los azulgranas, que veían como su sustituto Abrines tampoco es que lo mejorara mucho y que el Unicaja se iba rápidamente en el marcador. Perry (15 puntos, 6 rebotes y 5 asistencias), Carter (14 puntos, 6 rebotes y 3 asistencias) y el juego coral de los de Ibon Navarro iban haciendo mella en la defensa azulgrana, que siempre iba un paso por detrás de los andaluces e incluso no llegaba, en muchas ocasiones, a ni siquiera defender. Con tal panorama, las ventajas en el marcador para el Unicaja no tardaron en llegar, llegando a ser de dos dígitos justo antes de un descanso al que se llegó con 35-44, un marcador que evidenciaba lo visto los primeros veinte minutos pero que no reflejaba las grandísimas sensaciones que mostraron los visitantes.
El paso por vestuarios no cambió absolutamente nada. Cada ataque del Barça era un suplicio que normalmente terminaba con un tiro a la desesperada o forzado siempre de algún jugador distinto, eso sí. ¿Y el Unicaja de Málaga? Todo lo contrario. Equilibrio perfecto entre juego exterior e interior, transiciones rápidas e incluso canastas a placer, como la que supuso el 38-52 y los primeros pitos (que no los últimos) en el Palau Blaugrana. Peñarroya optó entonces por implementar el small ball con Joel Parra como ‘pívot’. La opción salió bien porque durante algunos minutos hubo atisbo de reacción e inclusó se caldeó el partido, con una técnica (que no venía a cuento) para el técnico catalán, pero a la que el Unicaja de Málaga supo como atacar la variante, llegó la máxima ventaja para los visitantes (46-65).
Comenzar el último cuarto con un matazo de Balcerowski (14 puntos y 4 rebotes) fue la enésima prueba de que el Unicaja se iba a llevar este partido. La diferencia no hacía más que aumentar, a falta de 7 minutos más de uno se marchaba del Palau y solamente el pique entre Ejim y Peñarroya rompía el monólogo del equipo visitante, que logró cerrar el partido con la soltura que el marcador refleja.